Economía naranja y las cuatro prácticas para aplicarla en Bolivia
Es una noticia, a priori, bien recibida no solo por el sector cultural — que sería considerado como motor para la generación de ingresos económicos y el bienestar ciudadano —, sino para el país en general, si se toma en cuenta las experiencias de países vecinos en emplear la economía naranja, un concepto atribuido al Banco Interamericano de Desarrollo (BID). De acuerdo al informe Creative Economy Outlooks: Trends in international trade in creative industries de la Unesco, las industrias creativas significan un 3.2% del Producto Interno Bruto (PIB) de Colombia y el 2.61% del de Brasil.
Para poder aterrizar este concepto de la economía naranja o industrias creativa y hacerla más visible, el gestor cultural y exsecretario de Culturas de la alcaldía de La Paz, Andrés Zaratti, propone cuatro prácticas que sirven para implementar el modelo en Bolivia. Zaratti trabajó con la Cámara Nacional de Comercio en 2018 en el proceso de creación de una unidad de Economías Creativas, así como en una propuesta de la creación de una cámara para artistas y trabajadores de la cultura en la que puedan ser reconocidos sus ejercicios y gozar de sus derechos laborales.
Del mismo modo, junto a su unidad, investigó que la Fiesta del Gran Poder de La Paz genera 20 millones de dólares y que el aporte de las industrias creativas podría significar un 2% del PIB de La Paz, con cuatro sectores que se tenía tipificados.
1. CUANTIFICAR Y VISIBILIZAR LA ACTIVIDAD CULTURAL
Para Zaratti el primer reto no se trata de “crear” industrias culturales, sino de registrarlas. “Estas ya existen solo que no las vemos, no se cuantifican ni las reconocemos como actividad productiva”. Utiliza ejemplos de industrias culturales actuales como la pintura de Mamani Mamani, la arquitectura de los cholets en El Alto, la producción de software en videojuegos del país o la música popular y de género.
“El primer tema es visibilizarlos, no pensar que los estamos creando, sino potenciar los que existen. En algunas entrevistas he escuchado que se habla de un aporte (de la economía naranja) del 1% y que podría llegar al 12%, pero no son datos reales porque está invisibilizado. No se han utilizado herramientas adecuadas. Tiempo atrás un censo del Instituto Nacional de Estadística dedicó un capítulo entero al consumo cultural, pero no se utilizaron los datos”, explica Zaratti.
Otro aspecto fundamental — continúa Zaratti — es el cambio de mirada del empresariado en relación al ámbito cultural, al que lo ve, hasta el momento, como una actividad recreativa y de gasto, faltando la visión de proyectarlo como un espacio para que genere recursos y dineros. “Eso conllevará a que entre ambos (cultura y empresa) hagan un esfuerzo de cuánto es el aporte de las industrias creativas a la economía”.
2. GENERAR CRÉDITOS
La acepción de una economía naranja implica generar créditos específicos para el sector cultural. Actualmente, solo las artesanías y el audiovisual tienen la posibilidad de obtener créditos blandos. “El problema es que el resto no son reconocidos como servicios. La idea es que si eres artista o tienes una empresa relacionada al quehacer cultural puedas ser reconocido como actividad económica. Es una mecánica necesaria de realizar y que debe ser regularizada por una normativa a nivel nacional”.
3. GENERAR INCUBADORAS
El sector cultural no tiene conocimientos sobre emprendedurismo, por lo que es necesario generar procesos de formación y capacitación. Se trata de brindar charlas en relación a planes de negocios, administración de recursos, generación de presupuestos, estrategias de mercado o planes de distribución, “que ayudarán al artista a sentirse emprendedor”. En este aspecto cobra vital importancia el tema de la identidad cultural y cómo esta le puede añadir un valor agregado a cualquier producto.
4. GENERAR MERCADOS
“La idea es generar espacios de encuentro no solamente entre producto y consumidor, sino entre la ciudadanía”, apunta Zaratti. Relacionado a este punto es el de la generación de campañas de consumo a la población en general, conocer el aporte a la hora de asistir al teatro, ver una película o comprar un libro, un beneficio no solo colectivo, sino individual.
“Aún no entendemos que el acceso a la cultura mejora la calidad de vida. El tema de ir a espectáculos, encuentros, ferias del libro te brinda mayor desarrollo humano. Ello implicará que la gente empieza a incluir la inversión de cultura en su canasta familiar. Ir a una exposición de artes visuales, la compra mensual del libro también podría considerarse una necesidad junto con el médico o la educación, generando una dinámica importante”.
¿ESTADO O EMPRESA?
Llama la atención que el modelo de economía naranja en países vecinos como Colombia o Brasil se haya implementado desde el nivel central, a través de un Ministerio de Cultura, mientras que en Bolivia es una iniciativa que nace del sector empresarial, a la que se han sumado seis departamentos. Para Zaratti no se trata de roles exclusivos, sino de un trabajo coordinado entre el Estado, los empresarios, los trabajadores de la cultura y las artes y la ciudadanía.
Justamente, en la presentación del CEN se aclaró que el objetivo de este nuevo centro será “articular al empresariado privado de cada región, la academia, el Estado, la cooperación internacional y la sociedad civil organizada que permitan alcanzar la sostenibilidad, equidad y desarrollo económico regional y nacional, para poder dinamizar su economía a través del Centro de Economía Naranja”.
Cabe mencionar que el CEN se viene consolidando desde mediados de año, creando un programa binacional, junto al Consulado General de Perú, para potenciar el sector gastronómico, además de abrir la galería de arte Noche de Bellas Artes (NOBA).